lunes

Toulose a friend

Placebo - Bitter End.mp3
Air - Playground Love.mp3
Damien Rice - Eskimo.mp3


Je me souviens

Me acuerdo del día en que Maurice me necesitó. Yo andaba muy ocupado en esas obligaciones académicas que hacían de mí el "universitario" del grupo, lo cual era sumamente agradable. Con mochila en brazo, diez lucas en la billetera y el perfecto nuevo carné de biblioteca recién inaugurado, me dirigía a sacar la copia entera del laureado libro de María Rostworowski, texto del cual sólo debía leer no más de dos capítulos. Era simple: la idea del "espiralado" y la carátula de aroma intelectual de las copias me seducía como quien regresa de la discotienda y reordena con cuidadoso afan la colección entera de cds, sólo para ver lo armonioso que luce un disco más en la gaveta.

Como detestaba la idea de jugar al bizoño universitario yo solo, llamé a Maurice para darme el gusto de estrenar mi nuevo papel en la fotocopiadora infestada de estudiantes de carrera técnica, quienes sacaban copiosos manuales de electrónica, automotriz y demás. Al contestar, su voz fue muy distinta, se apagaba innecesariamente entre frases. El celular lloraba. Tratando de ignorar aquella intromisión en la burda obra teatral que protagonizaba, lo convencí de que me acompañara y me contara qué andaba mal.

Luego de cinco minutos, al ver su fofa silueta, cabizbajo como siempre, noté en su rostro la tristeza que lo caracterizaría por el resto de su vida. Maurice, le dije intentando salvar mi acto, dejaré el libro y hablamos mientras sale la copia. Él asintió, nunca me sorprendía lo cortés que solía ser. Intenté disfrutar la escena final, sonriéndole a la guapa muchacha detrás del mostrador mientras le indicaba que omitiera los gráficos en las copias. Al regresar, como fue nuestra costumbre, compré hojuelas de maíz picante y Marlboros, nos sentamos en la vereda y empezó la conversación.

No sé si el destino es manejado por alguna divinidad o algo, pero a veces no tienen gracia sus designios, me pareció escucharle decir. Jamás podré describir el dolor que sentí al verlo mirándome impasible mientras dejaba caer una sórdida lágrima, la única de la noche y la más larga que he visto. Yo tuve que bajar la mirada y me condenó a hacerlo siempre que veo el dolor ajeno. Supuestamente, yo me caracterizaba por ayudar a mis amigos, pero aquella imagen reveló mi impotencia en momentos en que uno debe desprenderse de sí mismo y escuchar. Sólo escuchar. De alguna manera me ayudó a eliminar mi protagonismo, incluso en las ocasiones en que más lo necesito. Me contó que, mientras él y su grupo ganador esperaban ansiosos un taxi que los llevara al concurso interescolar de poesía en francés, fueron grotescamente ignorados por el conductor, quien al ver que eran cinco muchachos decidió seguir su camino. Era ya muy tarde y aquel taxi horrible y oxidado se asemejaba al gesto del conductor que los ignoró. Era un tico azul, recordaba bien, que tenía una calcomanía en la parte trasera que decía una frase ruin y desafiante para esa ocasión.

Recordó que todos sus amigos renegaron mucho por el incidente. Finalmente, consiguieron un taxi pero con ocho soles extra de lo que tenían pensado pagar. Diez minutos después, al parecer, la empresa había fallado. Una inesperada congestión interrunpió el paso de los autos y Maurice, impulsivo cuando quiere, decidió bajar y mandar todo a la mierda. Luego de darle lo merecido por la ruta al taxista, los demás lo siguieron. Notaron que un humo negro se extendía por el cielo abriendo sus brazos de algodón a unas dos cuadras de donde se encontraban. Mucha gente se había aglomerado ya, rodeando, a pocos metros, un fuego obstinado. Maurice empezó a correr torpemente, el maldito día tenía que tener algo que valga la pena ver, y corrió aún más al escuchar los gritos empalagosos de una mujer entre la gente. Un tico azul que de no tener la parte delantera destrozada por el impacto contra un camión pesado, se vería similar al que injuriaron él y sus amigos. Vomité, me dijo. La imagen fue insoportable. Vio a una niña en posición inhumana en el asiento del copiloto. No sangraba, tenía el rostro tranquilo. Pero su figura dibujaba una 's' asquerosa. El conductor estaba tendido en el suelo, sangrando. Una pareja joven se encontraban desmayados en los asientos traseros. Muertos, según la señora que insitía en gritar desesperada. Maurice pudo reconocer el auto al ver la calcomanía intacta, triunfante. "Si llegó tarde, (no) es culpa del chofer". Era el taxista. Era la niña dentro del taxi. Era el vómito de Maurice y sus ganas de decir 'No soy nada, me hubiera muerto yo, carajo'.

Abracé a Maurice, le dije en la mente cuánto lo amaba y agradecí al antojo de ciertas divinidades. Él vive aún, pero, como yo, muere dando vida a obras que a veces no valen la pena. Yo, el actor de papeles estúpidos, he muerto al protagonismo, o es lo que quise pensar.


Vale mierda, valgo mierda.

3 comentarios:

Prinslain dijo...

ESTA BIEN DEJAME TENER LA DUDA, HACE FALTA TENER MUXA IMAGINACION PARA ELLO O QUIZAS FUE EN VERDAD PERO SI QUERIAS QUEBRARME CON TU RELATO ESPONTÁNEO PUEDE QUE HAYAS TENIDO UN 60% DE MI ENTREMECER... PUESTO QUE RECREAS BIEN EL ESCENARIO Y CON TU ROL DE CHICO BUENO TIENES GANADO EL CIELO... HUBIERAS QUERIDO TALVEZ SER EL ACTOR DE TU OBRA PUESTO QUE TE GUSTA LA ADRENALINA PURA PERO BUENO TODO SUCEDE POR ALGO Y NADA ES EN VANO... UNOS TIENEN SUERTE Y OTROS NO... TU ESCRIBES DRAMA Y OTROS LO VIVEN EN FIN...

TU LECTORA AHORA JAJAJ SHAANAA CON DOBLE A.

Isa dijo...

¡Calín! Nunca tengas miedo de decir: ¡te amo! Después te puedes arrepentir de no haberlo hecho.
Saludos.

Isa dijo...

Prinslain, escribe parecido a Malena ¿es la misma? Digo...

 
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