En situaciones sociales, cuando ciertas frases o acciones quiebran extrañamente lo corriente, se busca justificación inmediata para sumergirse nuevamente en lo recatado, en lo cotidiano, en lo cortés. Expectorar lo que puebla nuestra mente en cualquier momento revela un lado poderoso, latente aunque insólito de nosotros mismos. Normalmente, cuando cometemos este error, el olvido es el siguiente paso: se evita pensar en tal
exceso porque podría arruinar lo que se quiere construir en el acto comunicativo: la relación. Siempre se sigue la misma pauta con los excesos: de eso no se habla, de eso se prescinde. Estos actos, de no ser omitidos o retractados, contienen un volumen tóxico que puede mortificar al receptor de distintas formas. Pocos se detienen a pensar en aquello, en lo "sobrante", como algo natural (propio). Algo natural, que es tomado como un error, como un
advenedizo en la comunicación. Escritores, artistas, idiotas lo perciben: es su recurso. El resto, como los llamaría
Mark David Chapman, los 'phoney', sencillamente califica a quienes evitaron la contención de 'raros' (weirdos, en otras latitudes) o peligrosos. Esta gente
quemada muestra un "inofensivo" sentido de falta de
pudor.
(Luego de una reunión)
-Hola, Chicho. Hace mucho que no te veía.
-Hola. Sí.
-Y... ¿cómo estás pes? ¿Qué cuentas?
-Ahí, todo tranquilo.
-Ah... qué dice la familia?
-Bien, bien.
-A ver si un día de estos nos juntamos y buscamos a Pepo para conversar sobre los viejos tiempos.
-Sí, claro.
-Eh... bueno...
...
-Y, ¿ahora qué?
-¿Ahora qué dirás?, ¿ahora que debería decir?, ¿ahora se acabaron los recursos?, ¿ahora que quiero que te vayas y no la agarras?, ¿ahora que me importa un carajo todo esto? ¿Qué 'ahora' quieres saber?
Todos necesitamos y usamos esa habilidad: la contención (o pudor). No resultaría agradable la irrupción de nuestros secretos. Todos los tenemos, así parezcan absurdos o insignificantes. Nadie vive sin ellos (como diría
Winnie). Ahora, la sobrecarga de secretos hace que el pudor explote, cual olla a presión elevada al grado máximo provocando la liberación de esa mordaza natural. Recorrer esa inmensidad en otros (o sea, inquirir en lo imperceptible de la persona) puede ayudarnos a comprender la grandeza de la humanidad, pero también implica enfrentar mil peligros de los que no hay vuelta atrás. Eso oculto, eso excesivo, es lo único
verosímil de las personas. Todos vivimos en ficción y no cualquiera puede (o debería) leer la novela que somos. Mostrar fragmentos puede resultar riesgoso, así sean minúsculos o gigantescos.
*ClubCultura.com
Escribo todo esto (ja) porque la semana pasada pasaron
Pudor en Cinemax. La película de los hermanos Ulloa (
acá el comentario sobre su película) basada en la novela con el mismo nombre que leí hace 1 año de Santiago Roncagliolo. Ya el autor de
Bombardero -novela que muero por leer, pero que creo me dará muerte al leerla-, César Gutiérrez, ha dicho que Roncagliolo es el "Arjona" peruano, quizás por su talento de crear historias cálidas y universales, así como por su éxito en menciones y premios (mejor dicho, comercialidad). Al leer la novela tuve una sensación de familiaridad y compasión. Tanto conmigo como con los míos. Roncagliolo tiene un lenguaje detallista y digerible, mezcla que envicia en su totalidad. Hablar de
Pudor resultaría incómodo e innecesario, recomiendo esa novela. No todas las obras de Roncagliolo merecen mención, creo. Por su lado, la película acierta mucho en la historia. A pesar de no estar "íntegramente" completa en casos como el humor negro, la censura en ciertos episodios y el final distinto, se trata de una adapatación bien lograda. La historia se acumula en lo indecible pero no llega al hartazgo -todo sucede en la cotidianeidad. La música, la fotografía, los diálogos, los silencios coinciden con la desazón de los espectadores, regalándonos los respetuosos respiros en los cambios de escena. En fin, también la recomiendo. El comentario de los directores, que describe mejor que nadie la intención del tránsito de relato a cine de
Pudor, puede encontrarse en la página oficial de la película. Acá los cito:
Ese "pudor", verdadero protagonista de la historia, hizo que la contención surgiera como algo natural, como si nos azorara absurdamente y tuviésemos que pedir perdón cada vez que colocabamos la cámara, cada vez que la música sonara o cada vez que algún personaje levantase la voz. En el mejor de los sentidos, el pudor nos maniató y nos mostró la clave para contar esta historia.
Se piensa, a menudo, que no existen excesos entre personas muy allegadas (familia, amigos, parejas). La amistad y el amor sujetan lo inasible, dicen. Una pareja romántica que desdeña lo sensible y lo real para reemplazarlo con la alianza de un aro matrimonial. O dos amigas que hacen un pacto de sangre con sus fluidos menstruales. Esta película se encarga de mostrarnos que (el) pudor llegó para quedarse.
*Natalia Rodríguez (la chica de la foto), quien interpreta a Marisa en Pudor, es formidablemente hermosa ;D