miércoles

Carta a Ricardo (cuento)

Sandro Perri - Double Suicide.mp3

Cómo estamos, primo,

tú sabes que mis intentos por reconstruir restaurar la old school, sus costumbres y su arte es (y será) inacabable. Me considero una fiera inconforme con la sociedad en la que me tocó vivir. Un status quo que no merecí habitar, pero que, a pesar del malestar provocado por este, como en una obra teatral, considero a esa complejidad como un arma más para mi proceso creativo, un tozudo nudo de mil descenlaces. Es por eso que (aunque sé muy bien que me entenderás) esta carta te la he enviado por correo. Ese homenaje al sudor de los ancestrales chasquis de nuestros andes que, de seguro, ni extrañas El viejo método que reanima la oficina postal, ese esa desdeñada dinámica de mensajería efectiva que se pudre con junto con nuestra humanidad cada día. Quiero que huelas olfatees la tinta de mi lapicero, y recibas mi más sincero saludo y cariño de mi puño y letra. Nada más espero disculpes los tachones, es que pasar a limpio un texto también es una deformación al primer deseo, a la ocurrencia pasional, a nuestra cotidianidad y a los errores que nos moldean. Basta ya del palabreo. Te dije que no me escribas por el gmail, pero, considerando tu nuevo trabajo en la estación de radio más underground (y menos escuchada, debo agregar con cierta nostalgia por revivir nuestros fracasos, según me dicen mis investigaciones googleanas) de Madrid, te pasaré la falta en alto, pues debes andar ocupado desenpolvando discos de synth pop, goth e industrial que me enseñaste a devorar (en cierto modo). Me alegró saber de ti, pero hubiera preferido que te tomes más tiempo y no simplifiques las palabras como en una huachafa conversación de messenger (sí, me refiero al mail). Así que, estaré esperando tu respuesta. Acá, en la poluta Lima, todo anda igual, el grupo me pregunta por ti, siempre hace falta esa simulada contención ese perfil bajo que generabas, aún en tus intervenciones, y en la delicada y sosegada forma de armar un porro de marihuana. En fin, de veras creo que has dado un gran salto a pesar de que mi tío, tu aburguesado (cada vez más, te informo) padre, no deja de maldecirte por viajar sin notificación aviso, aunque cada vez disminuyen sus ataques y se bifurcan en la más triste melancolía y decepción de un hijo que no sigue la tradición rechazando (esta es la parte que más admiro) la empresa que tanto le costó iniciar. Una lata ser el único, y varón para colmo. Mi padre (detesto llamarlo así, no sabes, acabo de encender un cigarrillo, el Marlboro rojito rojo pues, así que justo ahora dejo de escribir para disfrutarlo) Listo. Mi padre ya ni me habla. Su silencio es un grito amolado de la lástima sazonada de rabia que le provoca al ver a su hijo estudiando literatura. Así es. Creo que mi derrotero está ya señalado me acerco más a lo que quiero hacer con este primer paso. Dejar la carrera de leyes me llevo directo a rechazar el supuesto veto de mi progenitor de secundarlo: entrar al bufete san isidrino no era una opción para mí. Ya lo sabes, estoy en la facultad de Letras, pero para tu sorpresa, estoy en Saint Mark. Sí. No pienses que el viejo metió su cuchara tuvo algo que ver, fue una decisión brutamente propia. Un cambio realmente contrastante, te cuento. La Pacífico, hermética, selectiva y paradigmática no tiene comparación con la caótica Decana de América. Es, como dicen los antropólogos, esta última, un laboratorio social. Aportándole mi sello, un laboratorio social y "visceral". Tienen una tendencia al reclamo, pero al reclamo infundado y sanguíneo, capaces de mortificar a las propias leyes lógicas. Pero qué es la lógica, finalmente. Ni siquiera sabemos por qué creemos, como cuando te dio ese arrebato filosófico y quisiste, a través de tu mayeútica de cantina, crear un pseudodiálogo platónico de rollo epistemológico que terminó por arruinar la noche. Cómo olvidarlo, eh. Fuck that shit, San Marcos divierte y eso cuenta, dude. A pesar de mi condición de cachimbo, estoy (como se dice) en todas. No me pierdo ninguna actividad cultural y demás. Obviamente, mi posición pacifiana me otorga cierto "status" que se resume en miradas recelosas, incluso, desafiantes, pero que mi indiferencia a sabido superar. Además, creo que fue un gancho porque gente a partir del quinto ciclo me ha llamado contactado, incluso podría decir, que se han peleado por mí para enlistarme en sus filas. Un grupo literario, Cosmo America (gente de mundo, pero del americano), que entre ellos se hacen llamar cosmoamericanizantes, o simplemente, americanizantes, lo cual me parece, simplemente, ridículo. Pero es divertido, pues sus reuniones, arrinconadas entre papeles descascarados autodenominadas cosmopolitas, segun su idiosincracia, consiste en fumar hierba, una que otra roca, poner música electrónica (incluso un par de veces ha sonado tu queridísima banda gay Ashbury Heights), coger, hablar de arte (debo agregar que de una forma muy precaria y patética), de la "neo"sociedad de información y eso. A pesar de sus ingenuos intentos, no puedo evitar encontrar cierta ternura en todo eso. La era digital les cayó a pelo, conocen mucho gracias al FireFox y la vanguardia ya no es exclusiva de ciertas argollas (o lobbies, como quizás tu lo llamarías), si no, ha democratizado hasta llegar al más ínfimo rincón. Otro punto a favor son las minas chicas, son las mejores de la facultad de Letras. Son delicias bajas en caloría, mesmerizantes y detonantes, apátridas, propias y audaces, agudas y, la mejor parte, putas. Las locaciones pretenciosas Los ambientes, donde se desarrollan las reunas, van desde el clásico y contracorriente jirón Quilca (que oculta en sus balcones de ornato colonial las más inverosímiles reuniones de alto calibre juerguero) y alrededores, hasta los distritos emergentes (entiéndase, conos) que nada tienen que envidiar a nuestros los barrios modernos. Marco Polo, sobrenombre de un cosmoamericanizante, tiene una casa inmensa en Comas (incluso, hasta más grande que el de la tía Margarita), súper amoblada y llena de toda clase de lujos -billas, gimnasio y hasta un cuarto oscuro para fotógrafos. En fin, así han transcurrido mis últimos meses. Como verás, he estado distraído, por lo cual agradezco mucho. En este mundo nada derriba más al hombre que el aburrimiento. Por si acaso, sigo en el proyecto de la revista que ibamos a crear con Mocho, y que aún requiere de un ojo crítico musical que es donde entrarías tú, esa nimiedad si se puede hacer por correo. Ya tenemos auspiciadores y por lo menos habrá un tiraje de 4000 (verdadera hazaña para iniciar una revista "juvenil"). De veras lamento no haberte escrito antes, pero me gustaría también percibir reconocer cierto interés de parte tuya, Ricardo. Como te digo, el mensaje escueto que mandaste no llenó mis espectativas o, mejor dicho, no te representó (por lo menos no en el juego de correspondencias). Sé que lo haces mejor. ¿Llamadas? Ni lo intentes. Cuando hablamos por teléfono hace tres semanas sentía que cada segundo se hacía más insoportable. Debo ser honesto, personas como nosotros (tú sabes que detesto excluirme de ese modo, pero no me queda opción) no sirven para las tecnologías de información. Nos resulta mejor la pluma y el papel. La espera y decodificación de un universo plagado de experiencia que implica una carta. Una senil y desvencijada carta. Que es la que espero recibir de ti, comenzando justo desde ahora.

Tuyo siempre,
Ratatouille.

 
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